Mientras el transhumanismo propone mejorar la condición humana, el posthumanismo plantea ir más allá: busca disolver los límites entre humanos, máquinas e incluso el propio entorno natural. Cuestiona el antropocentrismo tradicional, defiende el incluir entidades no humanas en la red de agencia ética y redefine el “ser” como un ecosistema híbrido.
De forma parecida, el techno‑animismo —que está ya muy presente en culturas como la japonesa, por ejemplo— digamos que le atribuye intencionalidad y espiritualidad a la tecnología, dotando de vida y presencia a todo lo creado por el hombre. Robots como ASIMO son diseñados no solo como máquinas, sino como seres simbólicos que interactúan en red con humanos desde una empatía construida. Ese es el mundo del Terran ideal; una mezcla entre lo humano, la máquina y las conexiones entre ellos.
De forma instintiva, todavía concebimos lo humano desde la parte más emocional como el error, el deseo o la imperfección. Los filósofos nos advierten de que no basta con velocidad o una buena memoria digital para mantener la esencia de nuestra humanidad. Lo verdaderamente humano reside en la empatía, la creatividad, el pensamiento crítico y la capacidad de fallar y aprender de nuestros errores.
Si la IA decide por nosotros o las prótesis nos hicieran inmortales, ¿seguiríamos siendo humanos? Esa es la paradoja de la tecnología, que nos promete perfección, pero nos pone en riesgo de perder aquello que nos define. La pregunta sobre qué hacemos con esa distinción —si mantenerla, expandirla o superarla— es central en la era de fusión Terran.
El camino transhumanista parte de promesas un tanto utópicas, la verdad, también genera riesgos reales. La desigualdad tecnológica podría crear nuevas castas: los mejorados versus los naturales, por ejemplo. La propiedad de los implantes o de la IA cognitiva podría concentrarse en las clases privilegiadas, ampliando la brecha social todavía más.
Además, hay implicaciones existenciales. ¿Quién decide qué mejoras son válidas? ¿Es ético transferirle nuestra conciencia a una máquina? ¿Podremos elegir extinguir nuestro cuerpo pero mantener la mente viva? El conflicto no será técnico, sino moral y político. Y no tengo muy claro como puede resolverse.